ROQUE ORTEGA MURILO
El mal olor en los pies y en las axilas estimula las neurona, como un nutriente que alimenta al cerebro; permitiendo aumentar la capacidad de memorizar y aprender más rápido. Esta afirmación que a primera vista parece descabellada, más aun en la época que vivimos, donde impera la dictadura de la asepsia; el pánico a las infecciones o las pandemias que generan el terrorismo de los grandes laboratorios farmacéuticos. Es preciso destacar que grandes pensadores de la humanidad ha creado sus obras más importante a partir de encontrarse en lugares nauseabundos.
La experiencia misma y de algunos alumnos que hemos experimentado en el espacio académico de durar un tiempo sin bañarnos, se ha concluido que el rendimiento académico y la creatividad aumenta en un 97 por ciento, además esos fuertes olores producen un efecto relajante y placentero después de haber viajado por el nervio olfatorio, entonces llega al sistema nervioso central activando el circuito en las neuronas que tiene que ver con el desarrollo de la captación y memorización; además el habito de escribir se estimula de una manera creativa, mejorando notablemente la aplicación de las reglas ortográficas y la sintaxis.
Además, la crítica, la argumentación y los nuevos conceptos en el campo de la investigación aumentan su caudal. El estudiante se vuelve más reflexivo, intuitivo, inquieto, innovador, deja de ser pasivo: receptor de conocimiento para convertirse en un sujeto protagonista constructor de conocimiento. Interactúa con el profesor llevando la actividad académica con sentido creativo y lúdico.
Los males olores es el vehículo de donde la neurolingüística ha sustentado como los mecanismo del cerebro humano posibilitan la comprensión, producción y conocimiento del lenguaje, hablado o escrito es por ello que una de las claves para descifrar la causa de la dislexia y la tartamudez obedece que algunas neuronas, no tienen la capacidad de recibir, conducir y trasmitir información procedente de los estímulos, debido que las ondas de los impulso nervioso se encuentran inactivos producto de la falta de una chispa de olor fuerte, como específicamente la pecueca, esta afirmación la viene demostrando el científico de la Cun, Walbert Garay Silgado, quien recientemente recomendó respirar diafragmáticamente, colocando la lengua en el paladar para mejorar la atención en la lectura.
Hay que destacar como en el mundo animal el macho conquista a la hembra a través del hedor, y en la especie humana igualmente el olor aumenta el atractivo hacia el sexo opuesto, sobretodo despierta la pasión, provocando efecto afrodisiaco, como relata Napoleón Bonaparte, en las cartas de amor que le escribía a su esposa Josefina, cuando este se encontraba en el frente de batalla fuera de Francia. Bonaparte le exigía a su amada que no se bañara durante varios días para que hediera, eso lo enloquecía, la encontraba más erótica; de allí que es característica de los franceses a oler a cabullita de mico, es decir a civilización. Algunos sexólogo aseveran que lo que hablamos de química entre pareja, no es más que al aroma particular de cada quién, lo que sucede es que con el uso exagerado de los perfumes, ocultamos nuestras fragancias.
El anterior planteamiento confirma el papel preponderante de las serótinas y endorfinas como neurotransmisores, el primero en la inhibición de la cólera, de la agresión, el humor, el sueño, sexualidad, el apetito y la temperatura corporal. Las endorfinas sustancian que libera el sistema nervioso central para disminuir el dolor, actúan de analgésico endógeno y bienestar. Lo sorprendente en las investigaciones en la psiconeurociencia afirma que la fragancia corporal fétida estimula la segregación de estas sustancias, especialmente para controlar la depresión e incitar la sexualidad, sin recurrir a estimulantes externos como el archifamoso Viagra, el medicamento más vendido en el mundo o los pirses colocados en el clítoris; así que invitamos a ejercer por una temporada la práctica de la inmundicia para lograr el éxtasis en la relaciones humanas.
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