Nadie enseña escribir, salvo los buenos libros, leídos con aptitud y la vocación alertas. La experiencia de trabajo es lo poco que un escritor consagrado puede trasmitir a los aprendices si esto tiene todavía un mínimo de humildad para creer que alguien puede saber más que ellos. Para eso no haría falta una universidad, sino talleres prácticos y participativos, donde escritores artesanos discutan con los alumnos la carpintería del oficio: cómo se le ocurrieron los argumentos, cómo imaginaron sus personajes, cómo resolvieron sus problemas técnico de estructura, de estilo, de tono, que es lo único concreto que a veces puede sacarse en limpio del gran misterio de la creación.
El mismo sistema de talleres esta ya probado para algunos géneros del periodismo, el cine y la televisión, y en particular para reportajes y guiones. Y sin exámenes ni diploma ni nada. Que la vida decida quién sirve y quien no sirve, como de todos modos ocurre.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario